Un fenómeno que se produce a veces cuando una de las dos partes esta "montando la ola" es que la otra parte de la pareja siente que tiene en sus manos un gran poder, ya que posee la capacidad de hacer pasar a la otra persona la "cima" y llevarla mas allá, de hacerla sufrir un orgasmo tan solo haciendo un movimiento en particular con sus manos, en el momento en que la otra persona esta empezando a dejarse ir, a relajarse, luego de haber estado a punto de llegar al orgasmo.
Esto no es un fenómeno menor ni que deba dejarse de lado sin dedicarle un segundo pensamiento, sino que, por el contrario, posee una gran importancia y puede ser altamente positivo tanto para el funcionamiento de la pareja como para la persona como individuo.
¿Por qué decimos que esta idea de que tenemos poder sobre el otro y sus reacciones puede ser positiva?
Por que tomar conciencia de que la otra persona a puesto algo tan sagrado e importante como la propia sexualidad en nuestras manos es una poderosa fuerza emocional, que nos puede llegar muy profundo, conmoviéndonos, excitándonos y generando toda una serie de emociones hacia la otra persona y hacia la situación.
Además, es un proceso que da mucho placer el ver como se desarrolla la sexualidad de la otra persona y como obtiene placer de nuestras acciones y como lo generamos. Es muy gratificante, pero no debemos tomar este poder para nosotros en forma violenta, no debemos forzar el orgasmo en nuestra pareja si esto no es lo que nuestra pareja quiere. Esta es la parte negativa de esta toma de conciencia.
El forzar a la otra persona a llegar a un punto al que no quiere llegar es una forma segura de abrir una brecha entre ustedes, de generar desconfianza y de que esa energía maravillosa que se genera se desperdicie.
Además de que, como este ejercicio busca un desarrollo, el forzar el orgasmo solo sirve para arruinar la percepción de esa sexualidad mayor y más profunda de la que hemos estado hablando hasta ahora.
Por supuesto, si la otra persona lo desea o lo necesita, deberemos ayudarla a llegar al orgasmo, deberemos ayudarla a pasar esa "cima", pero nunca debemos asumir que es así y siempre debemos estar preparados para que la respuesta a esto sea negativa.
Nunca lo forzamos, sino que los preguntamos y actuamos de acuerdo a sus deseos. Lo que estamos buscando es una experiencia formativa y repartida en forma equitativa entre las dos partes de la pareja, no jugar a acertar lo que mi compañero o mi compañera desea.
Antes decíamos que cambiaremos de posición varias veces y que depende de nosotros y de lo que deseemos y hasta donde deseemos llegar. Pero lo mínimo que recomendamos hacer durar estos ejercicios es de veinte minutos.
Será placentero, aunque más tiempo puede llevar a una mayor experiencia espiritual, a elevarnos más. Este tiempo es, por supuesto, compartido entre los dos, realizando los cambios de posición que consideremos necesarios y deseables en el tiempo que dure el encuentro amoroso.
Pero tampoco debemos ser maniacos del control y de la exactitud y repartir los veinte minutos exactamente diez para cada parte de la pareja. No solo porque también se consumirán algunos segundos y tal vez hasta un minuto en los cambios de posición y en reacomodarnos, sino además porque las dos partes de la pareja no son exactamente iguales y deben saber adaptarse al otro y a sus necesidades.
O sea, hay que dejarse llevar por la situación y no realizar el acto sexual con un reloj en una mano y un cronometro en la otra.
En cuanto al tiempo que se pueda perder entre una posición y la otra, si bien al principio parecerá mucho, en esto es como en todas las actividades: cuanta más practica tengamos y mejor nos entendamos con la otra persona, más rápido haremos el cambio y menos segundos desperdiciaremos. Pronto dominaremos el cambio lo suficientemente como pare hacerlo sin pensar.
Lo único de lo que debemos tener cuidado una vez que hemos dominado este ejercicio y lo hacemos con facilidad y "de memoria", es a no volvernos demasiado confiados en nuestras habilidades y en las de nuestra pareja, pasando la "cima" y llegando al orgasmo por puro descuido.
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