martes, 29 de julio de 2008

La historia del divorcio a lo largo de diferentes culturas

En realidad, en las sociedades primitivas un matrimonio no era posible que se disolviese por lo que una ruptura corresponde al hombre ordinario. Esto se sabe debido a diferentes estudios etnográficos en donde se ha confirmado acerca de la existencia de diferentes causales de divorcio que tienen una naturaleza muy diversa como por ejemplo adulterio (tal vez la más común), la embriaguez o la esterilidad (y es que para muchas culturas, un hijo en la pareja le daba a esta un sinónimo de indisolubilidad). Así, a la par de estas razones también aparece la figura de la repudiación, que consistente en tener una conducta de rechazo hacia el cónyuge debido a que se sabe que este es culpable; así esta era una conducta prácticamente adquirida por la mujer ya que el hombre era siempre el culpable.


Si dirigimos la mira hacia la antigua Babilonia, encontraremos que el divorcio podía ser pedido bien por un hombre o por una mujer, aunque habría que aclarar que si esta última era quien había cometido adulterio el hecho se encontraba penado con la muerte.


De otro lado en la cultura hebrea había un reconocimiento de que la esposo podía repudiar a la esposa sin tener una causa alguna, así como también se aceptaba sin problemas, el divorcio por mutuo acuerdo sin que se necesario que se acredite ninguna circunstancia especial; además, lo podía requerir cualquiera de las dos partes sin embargo, en el caso de la mujer esto era más inquisitivo.



En el caso de la antigua Grecia también se admitía el divorcio, tanto por iniciativa del hombre como de la mujer, además, si se daba el caso que la mujer hubiera sido la culpable de la separación, el hombre debería ser recompensado con la dote de esta. De otro lado, un marido que tenía una esposa adultera tenía la obligación de repudiar a su mujer ya que de no hacerlo, a este se le quitarían sus derechos civiles.


En Roma, la idea del divorcio no estuvo masificada hasta que llegó el siglo II a.C., y esto se debía a que el acto del matrimonio estaba basado en el affectus maritalis, por lo que cuando desaparecía esta unión este también debería desaparecer, así cuando ambas partes decidían disolver su unión por mutuo acuerdo, entonces, no tenía que haber ninguna causa en especial. Todo esto era llamado divortium, mientras que cuando sólo uno de ellos era el que pedía dicha separación se llamaba repudium, por lo que la actual palabra divorcio deriva de ambas. Sin embargo, cabe aclarar que cuando una de las partes fallecía o debido a alguna nulidad en el matrimonio, no se podía hablar de divortium. En Roma, había dos tipos de matrimonio, el sine manu, donde la mujer tenia una menor dependencia con respecto al marido, y el cum manu, por el que sólo el marido podía tener derecho a repudiar de la esposa.


Durante las primeras épocas del cristianismo se mantuvo esta práctica aunque fue la iglesia quien lo fuera penalizándolo con el tiempo. Así, si recordamos al derecho germánico encontramos que este lo podía admitir de manera amplia, donde la mujer o el marido podían pedirlo de mutuo acuerdo o unilateralmente. Si bien no esta concedido a la mujer en una primera etapa, durante la época de los francos sí se le permitió solicitarlo en algunos casos. Fue a raíz del gobierno de Carlomagno que se empezó a hacerse más evidente una influencia canónica, y ya para el siglo X fueron los tribunales eclesiásticos quienes se comenzaron a encargar de las causas de divorcio que presentaban las parejas. Así, se hizo un debate sobre la indisolubilidad del matrimonio que se prolongó hasta que se celebró el concilio de Trento (1563), donde se llegó a imponer definitivamente la teoría agustiniana que habla sobre el carácter total de rechazo a la disolución, así el derecho canónico llegó a admitir la que se conoce como “separación de cuerpos” pero debía ser decretada de manera judicial.


Con la reforma de Lutero se usó un principio totalmente diferente ya que se admitió una ruptura del vínculo matrimonial en ciertos casos que fuesen graves, como por ejemplo: adulterio y abandono sin justificación del hogar, las que también eran causas para una disolución en el ámbito de la Iglesia ortodoxa.


Esta determinación hizo que las diferentes naciones que también practicaban el protestantismo, también pudieran abrazar esta forma de disolución del matrimonio. Así, con las teorías acerca de la naturaleza contractual del matrimonio, que se dieron en el siglo XVIII y que fueron propugnadas por los filósofos racionalistas, fueron abriendo camino a diferentes legislaciones en otros países que eran tradicionalmente católicos.


Por ejemplo, en Prusia se llegó a admitir ampliamente en 1794 y en Francia dos años después donde se diera el principal antecedente para el sistema de anulación de matrimonio actual, ya que es sus textos se fundamenta que el divorcio es una necesidad para proteger el derecho a la libertad individual de cada uno de los cónyuges, y debe existir tanto para establecer un vínculo como para romperlo. Luego, con Napoleón se da una regulación que influyó de manera decisiva en el resto de Europa y por lo tanto, la idea de la indisolubilidad del matrimonio se mantuvo vigente donde la doctrina católica estaba presente.


De otro lado, con la Revolución Rusa y su triunfo aparecieron nuevas leyes soviéticas acerca de la regulación del divorcio, lo que también paso a ser parte de los países socialistas.


Hoy en día, el divorcio es totalmente aceptado en la legislación de la mayoría de países, con excepción de los mantienen sus leyes en afinidad a las católicas.




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