lunes, 18 de agosto de 2008

Cómo boicotear tu relación de pareja

“No es más fuerte el que no se cae nunca, lo es quién se cae miles de veces y siempre se levanta”, dice una frase célebre para reflejar que las caídas y los obstáculos son parte inherente a nuestra existencia, con los que hay que contar y a los que hay que hacer frente, porque con ellos iremos ganando en experiencia, fortaleza y recursos. Lo mismo podríamos aplicar con seguridad a las relaciones de pareja: no son mejores aquellas en las que nunca hay desacuerdos o conflictos, sino aquellas en las que sus protagonistas saben afrontar sus diferencias de manera constructiva y sana, saben ver en la discusión una oportunidad para aprender de sí mismos y del otro, saben aprovecharla para seguir avanzando en su relación a pesar de sus distintos puntos de vista.


Por el contrario, hay quien de una caída hace un drama, se siente la víctima del destino, se bloquea y se tumba a esperar que milagrosamente la vida y la suerte jueguen de nuevo a su favor, sin ayudarlas si quiera. Y de la misma forma, lo aplicaríamos a aquellos vínculos de pareja que en cada discrepancia o fallo del otro, se decepcionan, piensan en abandonar, o se sientan a ver transcurrir los años con la pasiva esperanza de que sea el otro el que cambie su conducta algún día.


Por eso, no son los acontecimientos lo que nos dañan, sino el modo que tenemos de interpretarlos, no es el desacuerdo de pareja lo que nos desmotiva y aleja del otro, es nuestra tendencia pesimista y distorsionada para interpretar dicha disconformidad de manera tremendista o negativa. Es importante observar cómo si a una discusión de pareja, le añadimos ciertos pensamientos negativos acerca de lo que significa, probablemente no sólo sufriremos más, sino que también será más difícil llegar a una solución o afrontar con éxito esa pequeña crisis.



¿Cuáles son esas señales de alerta que nos pueden hacer sospechar de que “estamos echando más leña al fuego”, que nos lo estamos poniendo más difícil de lo que ya es, que estamos sumando dolor y negatividad a la desarmonía de la pareja?. Conviene tenerlas en cuenta para poder discriminar entre la auténtica disidencia y la que agregamos nosotros con nuestra dramatización y distorsión. A continuación pasamos a detallar algunas de estas señales de boicot, sin las cuales, aunque no se resolviera completamente la disputa, al menos estaríamos más predispuestos a levantarnos tras la esa caída en picado de la relación:



  • Responsabilizar exclusivamente a la otra parte de los problemas de la pareja, eximiéndonos completamente de toda contribución al malestar generado. Esto no sólo no ayuda, sino que además es estadísticamente y sociológicamente imposible. En una relación de dos personas se da una interdependencia, donde cada conducta de uno supone un estímulo ante el cual responde el otro. Cada cual efectivamente es libre de emitir una respuesta u otra, pero cabe señalar que hay una influencia recíproca, lo queramos o no, y allí todos tomamos parte.

    Uno podrá tener la certeza de que actuó con buena voluntad, o incluso puede desconocer qué ha hecho inadecuadamente, pero al menos ha de tener la disposición y el talante de escuchar las críticas y observaciones que le pueda hacer su compañer@ sobre su comportamiento, el cual puede haber afectado al problema. Humildad y sentido común son esenciales, porque si se culpabiliza al otro de todo uno se vuelve absolutamente pasivo en la resolución, y provoca frustración y rabia en el que es tachado de “culpable”.

  • Pensar que el otro debería darse cuenta de lo que está haciendo mal por sí solo. Nadie esta obligado a adivinar el pensamiento de nadie, ni a leer entre líneas lo que a su pareja le ha podido molestar. Todo el mundo merecemos una comunicación abierta y fluida, donde se nos exprese claramente lo que se espera de nosotros, siempre que tengamos una actitud de escucha. Esperar pasivamente a que el otro se de cuenta de sus fallos, puede acabar frustrándonos y no resuelve el problema, más bien lo agrava, porque nos hará ir sintiéndonos más desmotivados.



  • Intentar imponer nuestro criterio como si de una verdad absoluta se tratara. No somos seres clónicos ni hemos recibido el mismo tipo de educación, por lo que no es tan extraño que ante una misma situación reaccionemos de forma distinta y tengamos una forma diferente de hacer las cosas. Cuando ridiculizamos la opinión o las conductas del otro, como si sólo existiera un único modo correcto de realizar las cosas (el nuestro) estamos adoptando una actitud rígida, prepotente y agresiva. Es más recomendable pensar que cada uno trae un bagaje personal con sus tendencias y preferencias, y que si queremos seguir caminando juntos, habrá que negociar necesariamente y acercar posturas. La disposición a escoger opciones intermedias siempre ayudará más que mantenerse en las radicales o extremas.

  • Utilizar reiteradamente la amenaza con la ruptura para provocar cambios en el otro. No hay justificación para crear un clima tenso basado en ultimátum con el pretexto de motivar al compañero para que modifique su actitud o comportamiento. Los cambios tanto en adultos como en niños no se mantienen en el tiempo si se fundamentan en el miedo o la coacción, para que sean efectivos han de proceder de la reflexión y de la libertad. El desgaste que ocasiona el hecho de convivir continuamente bajo la presencia de “¡cuidado, que como sigas así , esto pronto se acaba!”, no es desde luego un ejemplo de afrontamiento positivo, y merma la calidad de la relación significativamente.Foto1: jupontual

    Foto2: Arguez




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