viernes, 8 de agosto de 2008

Los campos médicos y sus fronteras

Muchas personas se enfrentan a ala incertidumbre cuando deben o quieren hacer una consulta sobre determinado problema que puedan tener en su funcionamiento sexual. Pero estas dudas se incrementan aún más cuando es la primera vez que deben recurrir a la ayuda de un especialista médico y no saben a qué especialidad médica asistir. Esta confusión o ignorancia puede tener su origen en el pasado reciente cuando la urología ni siquiera se distinguía plenamente de la medicina general. La urología surge como la especialidad clínica y quirúrgica que se encarga de las enfermedades focalizadas en las vías urinarias y genitales tanto del hombre como de la mujer. En efecto, hay cierta confusión entre urología y ginecología. El urólogo atiende a los hombres en todo lo referente a sus vías urinarias y también en lo referente a sus genitales en cuanto a sus mecanismos sexuales. El mismo urólogo, atiende a las mujeres cuando el problema o enfermedad se encuentra en su vejiga, uretra o riñones. Cuando se trata ya del aparato genital femenino propiamente dicho, el urólogo cede el paso al ginecólogo.



Imagen tomada de Flickr por laopinon1


La confusión puede ir más allá y pensar que el sexólogo puede resolver estos problemas. Sería inexacto decir que no, pues el sexólogo puede ser capaz de desentrampar ciertos problemas relacionados con las disfunciones sexuales que puedan tener un origen mental del tipo tabú. Por ejemplo casos en que el hombre o la mujer no pueden vivir plenamente su sexualidad merced a algún precepto moral o religioso que pueda estar irradiando su bloqueo hacia el campo fisiológico.



En todo caso, siempre es mejor una terapia conjunta en la que netos fisiólogos como urólogos y ginecólogos unan esfuerzos con profesionales de la esfera de la mente como psicólogos, psiquiatras, sexólogos y hasta sociólogos. Como muchas áreas de la vida, estos problemas encuentran más pronta y mejor solución cuando todas las partes están en equilibrio y no está en discusión que tanto mente como cuerpo son inseparables, más a la hora de hablar de enfermedades o de disfunciones. Incluso puede irradiarse el problema de un miembro de la pareja a otro como la infertilidad en que la pareja puede estar tentada de buscar culpables.


En un principio, los urólogos tenían muchas limitaciones. Para empezar, estamos hablando de un tiempo en que los temas sexuales no se tocaban con tanta animosidad, ni siquiera por los hombres. Eran tiempos de entrampamientos sociales y culturales de todo tipo que en anda ayudaban al verdadero descubrimiento del hombre como ser humano anatómico y como ser humano mental y espiritual. Bajo esta óptica, los urólogos habían salido de las escuelas de medicina con el propósito de resolver más que nada temas referidos a problemas en las vías urinarias, sin embargo, en medio de las consultas, aparecían muchas referencias que evidentemente hacían pensar en una relación con la esfera de lo sexual. Por otra parte, los urólogos aún no disponían de los avances actuales en medicina especializada en estas disfunciones sexuales por lo que se veían limitados a atraer de resolver el problema originario pero sin poder brindar solución inmediata a una disfunción sexual que recuperara el ánimo del alicaído paciente. Ni qué decir que en este tiempo, más del 90 % de los pacientes solo exponían su caso tratando de obviar detalles acerca de sus funciones y desempeños sexuales.



Imagen tomada de Flickr por arantxata2000


En este tiempo, los urólogos trabajaban en la resolución de los problemas sexuales prácticamente por instinto, con recomendaciones para abandonar el tabaco y el alcohol y manejar mejor es stress, así como vigilar el sobrepeso. Ya estaban en el siglo XX pero aún eran métodos rudimentarios de detección de estas disfunciones que incluso aún no recibían esta denominación. Una política que se acostumbraba en aquellos años entre la comunidad de urólogos era diferir al paciente con el psicólogo o simplemente recetarle un placebo. A veces resultaba pero en otras ocasiones no y el paciente desistía de seguir asistiendo a consulta pues era obvio que los tratamientos no estaban bien enfocados. Pero afortunadamente los tiempos cambiaron y los avances en las distintas áreas se multiplicaron y aceleraron. Se intercambiaron conocimientos entre las distintas áreas y se repotenciaron unas a otras. Lo más importante fue que los campos de acción y las fronteras de cada especialidad involucrada fueron más claros para todos y el humo de la ignorancia ya no cubrió más el horizonte. Y ese mismo humo se disipó en cuanto a la represión femenina que todavía subsistía y que les impedía reclamar a sus maridos ante ciertas disfunciones (de buenas o malas maneras pero que lo hicieran sentir obligado a ir a consulta).




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