sábado, 23 de agosto de 2008

Motivos sanos e insanos para tener un hijo

Hoy en día tener un hijo es algo para lo que nos podemos y debemos formar y entrenar. Ya existen cursos de preparación al parto, escuelas para padres, incluso programas de televisión que nos dan alguna que otra pauta para afrontar con positividad la paternidad y el cuidado de los más pequeños. Pero, ¿cómo saber si uno ya está listo para tener un hijo?, ¿cómo instruirse para saber si se desea realmente traer un nuevo ser a la vida, y lo que es más importante si se hace por los motivos adecuados?.


Las razones por las que la humanidad se reproduce de forma elegida pueden ser de lo más heterogéneas, y todo hay que decirlo, a veces de lo más irracional o incluso perjudicial. Aunque parezca mentira, y no esté bien visto decirlo, las motivaciones que esconden algunos papás y mamás para dar la bienvenida a un bebé en ocasiones son puramente egocéntricas y se sustentan en emociones, cuando menos discutibles.


No sólo es conveniente elegir el momento en que la pareja va a engendrar un hijo, también es esencial escoger un motivo sano, detenerse a pensar qué cambio trascendental va a conllevar su decisión y concederse mentalmente el tiempo necesario para meditar en ello. Hay quienes tan sólo esperan a que se despierte en ellos el instinto paternal, otros se lo plantean por aquello de “ya me toca”, “ahora o se me pasa el arroz”, y otros acceden presionados a empezar a convivir con pañales y chupetes por agradar al compañer@. La realidad es que la llegada de un bebé supone un ejercicio de gran responsabilidad que merece analizar qué puede haber detrás de algunas razones para ser padre, y si éstas son sanas o insanas.




  • Tener un hijo por complacer a la pareja o a otros familiares es un error. Si bien es verdad que los dos miembros de la pareja no tienen por qué sentirse motivados a ser padres en la misma medida, también lo es el hecho de que es conveniente que al menos estén dispuestos a serlos por “motu propio”. Si uno de los dos impone o fuerza al otro a dar este paso, no sólo puede perjudicar a la estabilidad de la pareja, sino además al futuro hijo. Todo aquello que se hace para buscar la aprobación del otro o evitar desacuerdos, sin que se comparta o se esté convencido realmente, a medio y largo plazo creará más problemas, pues el padre coaccionado puede acabar sintiéndose inhibido en los cuidados del recién nacido.



    A veces el más reacio a ser padre puede necesitar más tiempo para acabar proyectos personales o profesionales, o no estar tan decidido
    porque ya tiene hijos de un matrimonio anterior, o mostrarse inseguro porque prevé que el pequeño le restará libertad. Todas estas cosas pueden hablarse con la pareja y negociar tiempos, pero no pueden ignorarse por complacer al cónyuge o cubrir las expectativas de los futuros abuelos que piden un nieto.

  • Tener un hijo “porque toca” es peligroso. Ni por patrones culturales, ni por los biológicos si quiera, es sano adentrarse en esta aventura a marchas forzadas sin tenerlo claro y exclusivamente porque “todos mis amigos ya están cambiando pañales”, “tengo 36 y se me va a pasar la edad”, “tengo que asentar la cabeza y formar una familia como me dicen todos”. Es comprensible que la mujer una vez avanzada la treintena empiece a tomar conciencia de que no siempre estará en edad fértil, pero de ahí a buscar apresuradamente un candidato a padre, o castigarse por no ser madre va un trecho. Afortunadamente en la actualidad existen multitud de tratamientos que prolongan la edad a la que las féminas pueden dar a luz, ademáersonal y sus propias creencias, que no tienen por qué coincidir con las de la mayoría de la sociedad (amigos, parientes y conocidos). Por eso, no es “¿ya toca?” sino “¿es mi momento?” la pregunta que tendría que preceder a esta decisión.


  • Tener un hijo para superar una crisis. Ser padres es una decisión que ha de ser tomada desde la estabilidad, la tranquilidad y la armonía, no es un parche que se aplica para solucionar una depresión, un problema familiar o el hastío de la pareja. Digamos que dar vida a un ser es la consecuencia de la felicidad en pareja, el reflejo de un estado positivo, no es la barita mágica que disolverás de contar con la posibilidad de la adopción. Cada persona tiene sus circunstancias, su bagaje p las tensiones. No se puede depositar en el bebé la distorsionada e injusta expectativa de que llegará para limar asperezas.

  • Tener un hijo para dejar descendencia o transmitir genes. Un hijo es mucho más que la prolongación de los padres, es un ser con vida, personalidad y oportunidades propias. Si se persigue únicamente perpetuar una parte de sí mismo o dejar un legado al mundo, se puede caer en el grave error de intentar que los hijos sigan la trayectoria personal en lugar de ayudarles a descubrir la suya propia.

  • Todo lo expuesto hasta aquí nos lleva a preguntarnos: “y entonces qué tipo de motivaciones podrían ser calificadas de saludables para dar la bienvenida a un bebé?”. No existe la razón correcta universal, pero procura que detrás de la tuya se encuentre el anhelo de vivir nuevas experiencias, de enseñar el mundo al recién llegado y redescubrirlo a través de sus ojos, de compartir valores y emociones nuevas, de comprometerte en un proyecto con tu pareja, de crear una familia, o el simple deseo de dar amor.Foto1: 317

    Foto2: mysol




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