domingo, 17 de agosto de 2008

La mujer ante los problemas de erección

Las relaciones íntimas pueden verse boicoteadas por una dificultad para tener y mantener la erección, con la consecuente afectación y deterioro de otras parcelas de la vida en pareja, si no se sabe cómo resolver y predomina la desconfianza entre sábanas.


Hemos de decir que el hombre no está, ni debe de estar sólo ante el peligro. Desde el mismo momento en que acuda a la consulta de urología o sexología, el especialista le señalará la importancia de la colaboración de su compañera, y cómo juntos pueden contribuir de forma más eficaz y rápida a que se solucione el problema. En ocasiones el papel de la mujer ante esta dificultad no es el adecuado, bien porque se la responsabiliza con recriminaciones sexistas e injustas, o bien porque ella misma reacciona de forma exigente y hostil con respecto a la contrariedad de su compañero.


Conviene especificar que, aunque afecta directamente al hombre, en realidad puede ser considerado un inconveniente para los dos miembros de una pareja estable, pues son ambos los que sufren por ello, y en equipo han de trabajar como agentes activos en la búsqueda de una solución. De no ser así, no es infrecuente que tanta tensión y reproches lanzados en doble dirección terminen por conducir al divorcio, pensando erróneamente que con otra pareja “eso no pasaría”.


Pensemos que una vez que surge la primera dificultad de erección la reacción de ella es determinante, ya que si responde ridiculizando al que lo padece o impacientándose, lo más probable es que él sienta tal vergüenza y culpa que sufra de manera anticipada la ansiedad y el temor de que le vuelva a ocurrir , e incluso evite conscientemente volver a tener encuentros íntimos para no exponerse de nuevo al fallo y a la evaluación crítica de su compañera.



Por otra parte, si es él el que reacciona de forma agresiva hacia ella, defendiéndose de su problema con críticas del tipo “es que ya no me excitas como antes”, “es que tú estás más pasiva y fría que nunca”, o la misma mujer es la que se autoinculpa porque cree que ya no es capaz de estimular a su compañero lo suficiente, el clima de desconfianza que se extiende entre ellos no será el adecuado para tratar la disfunción, pues la insatisfacción, la sospecha de infidelidad y la incomunicación obstaculizarán todas las intervenciones que se hagan al respecto. Todo esto nos lleva a afirmar, sin duda alguna, que el primer paso hacia la solución pasa por buscar información y cuestionar las falsas creencias que subyacen acerca de los problemas de erección. Así que empecemos:



  • Desculpabilizando. La mujer ha de saber que la erección es una respuesta simple que no depende automáticamente de la voluntad del hombre, de hecho está demostrado que un varón puede sentir gran deseo sexual, experimentar excitación y no manifestar erección alguna. Esto puede deberse tanto a causas físicas (diabetes mellitas, hipertensión arterial, enfermedades prostáticas, lesiones en la médula espinal, consumo de drogas, tabaquismo excesivo, bajos niveles de testosterona, administración de algunos medicamentos, etc.) como a otras de índole emocional (ansiedad, temor al desempeño, recuerdo de haber fallado alguna vez, sobreexigencia, estrés, baja autoestima, etc.)

  • No es un asunto de hombría ni de mujer fría. Hay que dejar claro que la relación sexual es mucho más que el coito, el grado de erección y por su puesto el pene. Existen hombres que por presión social y cultural aún creen que su liderazgo y fortaleza se refleja entre otras cosas en sus erecciones, con lo que al padecer de éstas se sienten frustrados, amenazados y débiles. Por eso, algunos en estas situaciones buscan reafirmar su virilidad con otras mujeres, justificándose con lo de “antes no me había pasado, será por ella”, y pasando de una cama a otra, eludiendo su responsabilidad en la solución del problema.

  • La comunicación es la clave. De nada sirve que ambos intenten disimular o camuflar la cuestión. Una cosa es desdramatizar cuando ocurre en ocasiones esporádicas y otra muy distinta ignorar el tema durante meses e incluso años, forzándose una y otra vez a someterse a un coito doloroso plagado de gestos de enfado. En una comunicación sexual sana basada en la confianza y la asertividad, es indispensable aprender a hablar de los propios sentimientos en primera persona, responsabilizándose de lo que se dice, y favoreciendo el que el otro escuche activamente sin estar a la defensiva. Por el contrario, si para expresar nuestras emociones hablamos de lo que el otro ” me causa”, “me agrede”, “me hace sentir”, estaremos depositando en él todo el peso de la responsabilidad, al tiempo que nos evadimos de la situación. La mujer habrá que tener en cuenta todo esto al iniciar la conversación cuando vea que la disfunción eréctil ha invadido sus relaciones sexuales, ya que con frecuencia suele ser ella la que sugiere buscar ayuda profesional y le anima a empezar un tratamiento.

  • En las terapias sexuales que se recomiendan para este problema, uno de los ejercicios que más aconsejan requiere de la participación de los dos, porque ambos han de entender que es mejor prescindir durante un tiempo del coito y empezar de forma progresiva con otro tipo de estimulaciones (primero corporales y después genitales). De esta manera, el sólo hecho de saber que no necesariamente tienen que acabar en coito, desbloquea su preocupación y facilita la erección espontánea, que no tendrá que ser sometida al examen de una penetración obligada.Fotos: flickr




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